4) Ética y ciudadanía

Instalación de la artista Doris Salcedo en respuesta al asesinato de los diputados del Valle del Cauca. Acción de duelo (2002). "Hay tantas masacres que tienen lugar en Colombia que ya no somos capaces de responder: no es como todos los días podemos salir del trabajo y marchar o manifestarnos o algo así". —Doris Salcedo

Estimados y estimadas, 

Vivir en sociedad es todo un reto. Por una parte nos educamos como individuos pensando que la manera en que vivimos no solo es la única, sino la mejor manera de existir en el mundo. Y por otra parte, a medida que nos exponemos al encuentro con otras personas, nos encontramos con que ellos y ellas tienen maneras totalmente diferentes de existir, dependiendo de su trayectoria e historia tendrán valores, perspectivas y expectativas diferentes de vida. Luego vienen los conflictos por tener la razón, los intereses que chocan unos con otros, el poder que domina y excluye, los discursos que nos hacen pensar que todo está bien, que así es el deber ser.

Desde pequeños queremos salvar el mundo. Sin embargo, ignoramos que desconocemos aquel mundo y los habitantes de ese espacio que valientemente queremos salvar; ignoramos, también, que quizá somos nosotros los que necesitamos ser salvados del mundo.

Nacimos en Colombia. Un país en el que décadas, o si se prefiere, siglos de violencia nos han llevado a convivir con la barbarie, a justificarla, a pensar que es normal, e incluso, que la necesitamos. Hemos construido los sueños de nuestro futuro como sociedad con los retazos de las pesadillas de nuestro pasado. No solo somos hijos e hijas de nuestros padres, somos hijos e hijas de nuestro tiempo. De sus aciertos, pero también de sus errores. 

Y ahí, aprendiendo a vivir unos con otros, en el medio de todo esto, estamos nosotros. En medio de los augurios del fin del mundo, de las catástrofes provocadas por el cambio climático, del liderazgo de grandes prohombres que evocan lo peor de los espíritus, de las crisis económicas, políticas, sociales… etcétera, etcétera, etcétera.

Cuando notamos esto, es que podemos dar cuenta que el problema de la ciudadanía y el problema de la ética no es el problema de votar cada cuatro años o el problema de ser felices. El problema de la ciudadanía es el problema del poder político y el proyecto de sociedad que tenemos; el problema de la exclusión de las mujeres, los afro, la comunidad LGBTI, los campesinos, los indígenas y todos aquellos que se encuentran en las fronteras de nuestra sociedad. En las fronteras entre el que es aceptado y el que debe ser disciplinado, subordinado, o -incluso- exterminado. El problema de la ciudadanía es el problema histórico sobre el reconocimiento y la inclusión de proyectos de nación y mundo alternos. Es el problema del diálogo, la negociación y la construcción colectiva de destinos comunes. Así, hablar sobre ciudadanía es hablar sobre la batalla por el derecho inalienable a decidir sobre nuestros cuerpos y, por supuesto, sobre nuestra comunidad.

Toda esta discusión no deja de confrontarnos sobre nuestra manera de existir en sociedad. Sobre los referentes que hemos interiorizado para diferenciar lo que deseamos de aquello que rechazamos. Sobre lo que creemos que es bueno y lo que creemos que es malo. De ahí que la discusión pase por hablar sobre nuestro incisivo consumismo, sobre la relación que hemos construido con la naturaleza, sobre la explotación del hombre por el hombre, sobre la justicia, y sobre todo, sobre la manera en que nosotros -no los otros- vivimos: sobre nuestra ética.

 

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En su libro La Imaginación Moral: El arte y el espíritu de la construcción de paz, John Paul Lederach comparte la historia de varias comunidades en diferentes países del mundo –Ghana, Kenia, Colombia, Tayikistán- para hablar sobre cómo es que las personas y las sociedades podemos trascender los límites que nos impone la guerra y la violencia: Es la imaginación moral, le llama él, la capacidad innata que tenemos las personas para innovar, para ser creativos e imaginar lo inimaginado, es nuestra capacidad para pensar diferente y proponer soluciones que construyen paz.

Vivimos en un mundo que es incapaz de romper con la violencia porque nuestra capacidad para imaginar algo diferente ha sido limitada por las mismas estructuras que generan esa violencia; sin embargo, si queremos que las cosas sean diferentes, si queremos sobrevivir –no solo como comunidades locales, sino como comunidades que hacen parte de un contexto global- necesitamos de la imaginación. Hace falta romper las cadenas de la costumbre que nos llevan a responder con violencia y exclusión a los problemas que afrontamos. Nuestro reto es hacer espacio a la imaginación, a un tipo de imaginación moral que nos permita innovar y escapar a nuestros errores como hijos, como hijas, como hermanos y hermanas, como naciones, como humanidad; porque los problemas con los que vivimos no solo pasan por las noticias, pasan por nuestras vidas, por nuestro encuentro diario con aquellos que nos rodean, por los obstáculos que con tanto coraje hemos afrontado y por los obstáculos que afrontaremos.

Para esto, no olvidemos que vivimos en un mundo interdependiente que incluye a aquellos que piensan como nosotros y aquellos que no –y se vale-. No olvidemos que los problemas y las respuestas a estos no pueden ser encasilladas en dualismos, hay mucho más que buenos y malos, hay mucho más que una respuesta correcta y una respuesta incorrecta, hay muchas más formas de ser en este complejo mundo en el que existimos. No olvidemos que más allá de los límites en los que nos quiera encerrar la desigualdad, la injusticia, la inequidad o la violencia, la creatividad para romper con esos límites se encuentra inmersa en nuestro interior, en nuestra condición humana. No olvidemos, que reconocer nuestra vulnerabilidad y debilidad será lo único que nos llevará a vivir juntos, a encontrarnos con aquellos que desconocemos y tememos, para entonces construir lo que solos no podemos; no olvidemos, por último, que solo aceptándonos como somos, con nuestros ángeles y demonios, es que podremos aceptar a los otros.

Para cerrar este curso, quiero compartir nuevamente un relato breve que me recuerda la importancia de pensar y ser diferente. Espero que lo disfruten tanto como yo:

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Un mundo cuadrado 

Por Gonzalo Gallo Gonzalez 

Pedro Chirinos, un cubano jovial y deportista apasionado, tiene unos apuntes tan serios como graciosos sobre la sociedad cuadrada.

Piénselo bien y verá que somos engendrados en una cama cuadrada, con tendidos cuadrados, en una habitación cuadrada y nacemos en un cuadrado hospital. Nos ponen en una cuna cuadrada y crecemos en una cuadra en la que está nuestra casa cuadrada, en la que son cuadradas las neveras, los hornos, las estufas, los clósets, las mesas, las puertas, las ventanas y, por supuesto, los cuadros.

Más tarde vamos a una escuela cuadrada, donde aprendemos a leer en cuadrados salones, con tableros y pupitres cuadrados, cuadrados cuadernos y cuadriculados profesores que nos cuadran en filas. Toda nuestra vida sigue así de cuadrada, incluso cuando nos graduamos y nuestra foto cuadrada aparece en el cuadro de honor cuando ya un amor nos dio el cuadre.

En nuestro trabajo todo tiene que ver con cuadrar cifras y balances en cuadradas oficinas, con libros cuadrados y cuadros en la pared, haciendo lo posible por no descuadrarnos. Para rematar, casi todos los templos suelen ser cuadrados y usted lee esta nota en un periódico cuadrado.

De noche, cuadramos el carro y nos recreamos ante un televisor cuadrado, o nos sentamos ante la cuadrada pantalla de un computador. Y un día, siempre antes de tiempo, nos entierran en un ataúd cuadrado y nos meten en un hueco cuadrado por haber olvidado que vinimos al mundo a través de un delicado agujero redondo. Ojo, este mundo de cuadrados necesita esferas! Este mundo necesita espacios de creatividad y raudales de imaginación. Asumamos el desafío de valorar las diferencias y promover el pluralismo.

Con una mente abierta y un corazón universal pongamos esferas en un mundo cuadrado. Creamos que la uniformidad empobrece y la diversidad enriquece. Elijamos desechar el fanatismo, el dogmatismo, el individualismo y tantos ismos perniciosos que engendran violencia. Vivamos según la ley de la abundancia, convencidos de que hay para todos y que quien más nos enriquece es aquel que piensa distinto. Animo, llenemos de esferas este mundo intolerante y cuadrado que nos impide circular.


Ejercicio del curso

Por último, para este curso queremos que compartan con nosotros y sus compañeros sus nociones acerca de la ética y la ciudadanía. Ingresen a nuestro Blog, donde encontrarán las preguntas y el espacio para responderlas. A continuación les compartimos el link: 

Link al ejercicio del curso. Da click acá.



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