13) Por un cambio cultural - Cierra el 11 de junio

 

Antes que nada: Actualmente estamos llevando a cabo la encuesta de cierre de semestre donde invitamos a todos los miembros de la comunidad Diego y Lía a evaluar el Programa de Formación en Ética y Valores Ciudadanos y les preguntamos tambien algunas cosas sobre el Programa de becas. Si aún no la has contestado, puedes responderla en el siguiente link...

https://goo.gl/forms/xJ8NyzYADXcPOlAD2

 

Estimados y estimadas,

Mucho se habla de cultura en nuestro país, la cultura del narcotráfico, la cultura del vale todo, la cultura de la corrupción o la cultura de la violencia; y todo esto para señalar lo impensable: todo indica que estamos condenados a seguir cayendo en los mismos huecos de siempre y a ser apáticos ante la sociedad, es que es nuestra cultura política, es que nosotros somos así. Pero ¿Así es que somos? Bueno, vamos parte por parte, y antes que nada resolvamos otra cuestión: Qué es la cultura política.

En primer lugar vale la pena señalar que el debate sobre el termino cultura es muy amplio, sin embargo, nuestro interés, en lugar de dar cuenta de esa discusión, es poner sobre la mesa algunas nociones básicas sobre el término para ver cómo es que, desde nuestra acción, podemos retar esas ideas que dicen: Somos como somos y no se puede cambiar.

La cultura política

En términos generales hace referencia a las orientaciones políticas de una comunidad e incluye:

  • Las creencias que tenemos sobre cómo opera la política (Ej. Que siempre opera de forma corrupta y excluyente)
  • Son los sentimientos que emergen cuando pensamos en la política (Ej. Apatía, compromiso, enojo, alegría… etc.)
  • Nuestro sistema de valores (Ej. Solidaridad, compromiso social, egoismo… etc.)
  • Nuestros imaginarios colectivos. (Es que así es que somos los colombianos)

Ahora bien, un elemento clave de la cultura política es que esta no se encuentra programada en nuestras mentes o formas de ser, nosotros no estamos limitados a tener una cultura política específica. Por el contrario, nuestra cultura política se construye en un proceso histórico y social; y, en nuestro caso particular, en la vida que tenemos, la educación que recibimos en nuestra familia, en el colegio o en la universidad y en las experiencias laborales o sociales que vamos acumulando poco a poco.

¿Qué es lo que significa esto? Primero, que nuestra cultura política no está “dada”- nosotros no somos lo que somos y ya- no estamos condenados a ser violentos,  a ser corruptos o a ser apáticos frente a la política. Segundo, que en nuestra sociedad no existe una cultura política homogénea. No todos en esta sociedad pensamos, interpretamos, sentimos o actuamos igual respecto a la política, esto depende de cómo nos hemos formado. Y tercero y más importante: la cultura política está siempre en transformación. En nuestra sociedad hay conflictos o tensiones constantes por definir qué es la política y como deberíamos operar en ella, si vale la pena o no. Y es que según esta perspectiva de cultura política, las personas estamos disputando a todo momento los límites de lo que creemos imaginable, posible y realizable para nuestra sociedad: estamos constantemente luchando por siquiera pensar, que un mundo mejor, que una Colombia mejor si es posible.

¿Y esto que tiene que ver con nosotros?

Este programa es un proceso que desde su inicio ha buscado dialogar sobre las dinámicas de nuestra sociedad, sobre cómo es que cada uno de nosotros entendemos el mundo, cómo lo significamos, y por supuesto, cómo operamos en él. Todo con un objetivo claro: transformar esa cultura política que nos hace pensar que las cosas están perdidas. Que los jóvenes no tenemos voz en lo que pasa en nuestro país. Que la política es una pérdida de tiempo. Que no se puede.

Y en este sentido hemos dado la pelea por dar cuenta sobre otras formas de entender, actuar, sentir e imaginar nuestras comunidades. Nosotros no soñamos con ciudadanos apáticos, dóciles o “buenos” que actúen como se espera de ellos. Soñamos con una juventud que ejerza su ciudadanía de manera activa para responder a los grandes retos que afrontamos a nivel local, regional, nacional y global. Una juventud empoderada para llevar a cabo las transformaciones que se requieren camino a sociedades sostenibles, equitativas y justas.

Este semestre les hemos preparado cursos sobre el significado de democracia, de ciudadanía; sobre las posibilidades de construir diálogos y consensos en redes sociales; sobre las campañas presidenciales; sobre el liderazgo colectivo; y sobre algunos retos de vivir hoy día… y todo esto, encaminado –entre otros- a un fin específico. Invitarlos a que, de manera conjunta, le demos un mensaje sobre todo lo anterior a las personas a nuestro alrededor, a nuestros familiares, amigos y colegas. El objetivo: impulsar lo que otros hoy día ya están impulsando, otras formas de cultura política en nuestro país.

¿Cómo?

Aprovechando la coyuntura presidencial queremos iniciar una campaña por redes en la que podamos expresar, más allá de por quién queremos votar, por qué creemos que votar es importante. Para esto cada uno de ustedes es crucial.

  • Usando el hashtag #VotoPorque retemos a las personas que conocemos a que nos digan por qué es importante votar para ellos, para nosotros, para todos.
  • En primer lugar respondan #VotoPorque xxxxx en sus redes sociales (twitter, FB, Insta) y al final de su respuesta reten a las personas que quieran para que estas respondan y reten luego a otros más. Usen copy paste sobre la siguiente instrucción si quieren agregarla al final de su mensaje (en lugar de juan pepe y camila agreguen a las personas que quieran):
  • Reto a @juan @pepe @PresidenteSantos que nos cuenten #VotoPorque. Luego de responder elige a quien retar.
  • Piensen muy bien a quien retar, elijan personas clave que saben que los van a apoyar y van a responder a su reto. Aquí, en algo que parece tan sencillo, podremos poner a prueba nuestras capacidades de liderar e influenciar a las personas a nuestro alrededor.
  • Así mismo, aprovechen para retar a personas con mucha influencia, no importa que al principio no contesten seguro que si todos lo intentamos vamos a lograrlo. Inviten a que les respondan los candidatos presidenciales o personas que ustedes admiren.
  • Usen todas las estrategias posibles: compartan en Facebook, Instagram y Twitter, si tienen más redes úsenlas. Si no usan ninguna, pídanle a un amigo que les preste alguna red para postear (Eso hice yo con Facebook).

Ahora, ya que esto lo vamos a construir entre todos, les dejamos los pantallazos de cómo es que Verónica y yo, ya empezamos a retar en nuestras redes.  

Por último, no olviden enviarnos un pantallazo luego de publicar en todas sus redes sociales. Pueden subirlo por la sección de ejercicios .

Por último, los dejamos con un breve video sobre como poco a poco, se crea una tendencia, y un texto que nos recuerda la importancia de tener sueños.

Posdata: En caso que quieran ejercer su derecho a la abstención, los invitamos a que usen el hashtag #SoyMasQueElVotoPorque en lugar de #VotoPorque

 

 


 

 Tomado de The New York Times https://www.nytimes.com/es/2017/05/31/causas-perdidas-corrupcion-opinion/?smid=tw-share-es
 


 

Justo después de la rápida y devastadora derrota de España ante Estados Unidos en 1898, el filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936) resucitó al santo patrono español de las causas perdidas, don Quijote de la Mancha. Era adecuado que Unamuno eligiera como héroe de España a su tío loco, el caballero andante ficticio de Cervantes, un personaje que sabía mucho de derrotas rápidas y devastadoras.

Aunque es técnicamente cierto que el Quijote perdió su batalla final —eso lo llevó a recuperar la cordura antes de morir— es más querido por su locura, por “hacer batalla contra los gigantes” molinos de viento, por soñar sueños imposibles. Incluso Unamuno, quien antes de la guerra celebraba la conversión del Quijote a la cordura en su lecho de muerte, luego se arrepintió. La guerra llevó a Unamuno a darse cuenta de que, en tiempos de desesperanza, la locura quijotesca podría salvar a la gente de la parálisis que a menudo acompaña al derrotismo.

Durante el resto de su vida, Unamuno pidió a sus compatriotas españoles practicar el quijotismo, que significaba adoptar el valor moral necesario para luchar por causas perdidas sin darle importancia a lo que pensara el resto del mundo. Hoy en día, cuando gran parte de la sociedad y la política es considerada una causa perdida por una enorme cantidad de personas, podría ser bueno que tomáramos en cuenta el tipo de locura del Quijote.

Abandonar su sensatez, o más bien su sentido común, le dio al Quijote la libertad para involucrarse en tareas fútiles como atacar molinos de viento. En la escena más famosa del libro, Sancho Panza le advierte al Quijote que el gigante que desea atacar solo es un molino de viento y, como tal, debe dejarse en paz. El sentido común de Sancho le dice que las batallas que seguro se perderán no son dignas de emprenderse. Sin embargo, es ese mismo sentido común lo que constantemente impide que Sancho se comprometa con el mundo; de igual manera, impide que nosotros nos comprometamos con las que quizá son las causas más dignas: las perdidas.

Unamuno creía que no era el Quijote, sino Sancho, quien no veía la realidad, firme en su creencia de que no vale la pena luchar contra los molinos de viento y, en general, que las batallas que no pueden ganarse no son dignas de acometerse. El resultado de este tipo de pensamiento por lo general será la parálisis, ya que la mayoría de los enemigos son del tamaño de molinos de viento y no del de un humano. Sancho creía que combatir molinos de viento era peligroso. Hoy podríamos considerarlo solo una pérdida de tiempo y, como el sentido común también nos dice que el tiempo es dinero, más nos vale mantenernos alejados de cualquier cosa que no produzca ganancias.

De acuerdo con lo señalado por el teórico de la política Joshua Dienstag en su libro Pessimism, publicado en 2006, haber perdido el sentido común le ofreció al Quijote una medida más significativa para decidir cuáles batallas vale la pena pelear. El Quijote no atacó el molino de viento porque creyera que iba a derrotarlo, sino porque concluyó que era lo correcto. Igualmente, si queremos ser agentes legítimos en el mundo, Unamuno diría que debemos estar dispuestos a perder la batalla. Si abandonamos la creencia basada en el sentido común de que solo las batallas que pueden ganarse son dignas de emprenderse, podemos adoptar el “valor moral” de Unamuno y convertirnos en pesimistas quijotescos: pesimistas porque reconocemos que nuestras probabilidades de perder son bastante altas, y quijotescos porque de todas formas luchamos. Así, el pesimismo quijotesco está marcado por negarse a dejar que las probabilidades de éxito determinen el valor de la pelea.

Quizá no seamos capaces de mejorar el mundo, pero al menos podemos negarnos a cooperar con uno corrupto.

Según la interpretación marxista que Unamuno hizo en torno a la escena de los molinos de viento, el Quijote reconoce que, aunque parezcan inofensivos, los “gigantes de brazos largos” mantenían al pueblo lo suficientemente satisfecho y distraído para olvidar su opresión a manos de las modernas fábricas de pan. Unamuno se quejaba de que en lugar de preguntarse si a la larga beneficiarían a los pueblos que invadían, los pobladores terminaban por rendir “culto y veneración al vapor y a la electricidad”.

Los molinos de viento contemporáneos podrían verse como un pequeño poblado donde se abre un Walmart, o como párvulos de jardín de niños que reciben iPads gratis. El sentido común nos falla de dos maneras: la primera y más usual es hacernos creer ciegamente que la tecnología es equivalente al progreso; la segunda es que, aun cuando la gente reconoce el daño potencial a la comunidad, por lo general piensa que no puede oponer resistencia. El sentido común lo considera una pérdida de tiempo y energía. El Quijote rechaza este cálculo, y en cambio favorece su medición moral para decidir a quién y qué combatir.

Liberado de esa manera, el Quijote está abierto a pelear por causas perdidas… y en efecto perder.

Advertencia: el pesimismo quijotesco no se verá bien en público. Si eliges esta vida, Unamuno dice que enfrentarás la desconfianza, el juicio y el ridículo. Escribe que el valor moral se enfrenta, más que al daño corporal, a la pérdida de la fortuna o al descrédito, “a arrostrar el ridículo”, que uno sea visto como loco o tonto. En el contexto de la vida real, el pesimismo quijotesco se parecería a ser derrotado constantemente en público, y necesitaríamos valor moral para aceptarlo. La gente se reiría de nosotros como lo hace de don Quijote. La gente se burlaría de nuestra decisión de combatir a las máquinas, pero debemos hacerlo, no para ganar ni para impresionar. Algún día nos acostumbraremos a ignorar las críticas de nuestros colegas y amigos más cuerdos, quienes parecen seguir el adagio que reza: “Si no puedes contra ellos, úneteles”.

Cultivar el valor moral significa aprender a desviar nuestra atención de quienes se enredan en las críticas y dirigirlo hacia nuestro propio juicio de lo que vale la pena, basados en nuestras reflexiones sobre el mundo donde querríamos vivir y el tipo de personas que nos gustaría ser. Cabe señalar que don Quijote enloqueció por leer libros, y este es precisamente el tipo de loco al que Unamuno apoyó. Quizá no seamos capaces de mejorar el mundo, pero al menos podemos negarnos a cooperar con uno corrupto.

Unamuno se opuso quijotescamente a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, pues lo criticó a él y a sus defensores públicamente. Como consecuencia, lo destituyeron de su cargo como rector de la Universidad de Salamanca en 1924 y lo exiliaron a la isla de Fuerteventura. Después de seis meses se escapó a Francia, donde declaró que no regresaría a España sino hasta que Rivera cayera o muriera. Ambas sucedieron seis años después, en 1930. Unamuno regresó a España, pero pronto se convirtió en un crítico abierto de Francisco Franco, quien también lo retiró de su cargo universitario y lo puso bajo arresto domiciliario. En 1936, Unamuno murió ahí a los 72 años, en su hogar, como el Quijote; pero a diferencia de este, sin haber recobrado su cordura.

Tres siglos antes de Unamuno, Cervantes detalló una vida que celebra la resistencia fútil a un mundo corrupto. El Quijote luchaba contra gigantes porque no podía dejar de hacerlo sin que le remordiera la conciencia. Podemos transformarnos de manera similar en pesimistas quijotescos —del tipo a los que llaman soñadores, idealistas o locos— leyendo más, rechazando el sentido común y reinterpretando qué es lo que constituye una pérdida de tiempo. Si tenemos éxito según los estándares mundanos, tal vez nos sorprenderemos de forma agradable; si fallamos, es lo que habremos esperado. Alabados sean por igual los éxitos inesperados y las derrotas certeras.

 
 

 



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